La Educación Popular hoy

jueves, 23 de abril de 2015

Apuntes para ir repensando una educación para jóvenes y adultos


Viviana Taylor

 

A lo largo del tiempo algunas características no deseables de la educación de adultos se han ido volviendo estables, lo que ha contribuido a su naturalización. Esta es la razón por la cual conviene explicitarlas, a los efectos de poder analizarlas, y así comenzar a considerarlas ya no un rasgo propio de su “naturaleza” sino un problema a ser resuelto.
Algunos de los más comunes, y que requieren ser considerados al formular propuestas formativas para docentes, son:
1.     La debilidad de las políticas educativas para atender la compleja realidad de la población joven y adulta. A pesar de que en los últimos años, en Argentina se han propiciado políticas educativas específicas, es necesario seguir profundizándolas y fortaleciéndolas, ya que la educación de adultos suele ser considerada más como una herramienta de lucha contra la pobreza que por sus logros educativos. Cambiar esta mirada implicará consecuentemente revisar el presupuesto educativo destinado a esta modalidad: la marginalidad en términos políticos y presupuestarios a la que estuvo confinada durante toda nuestra historia la educación para jóvenes y adultos (EPJA), impidió a lo largo del tiempo dar respuestas adecuadas a las necesidades de la población potencial, a la vez que obstaculizó su abordaje integrado a las políticas educativas generales. En parte, esta marginación se ha ido destrabando a partir de decisiones específicas (como los planes PROGRESAR y en FINES), pero es necesario extenderlas y profundizarlas.
2.     En general, las normas específicas para esta modalidad son escasas: los marcos normativos presentan falencias tanto en su dimensión pedagógica como institucional, y para adaptarse a situaciones diversas propias de las características de la población de jóvenes y adultos.
3.     A esta modalidad se le suele asignar un carácter remedial, ya que su población aumenta proporcionalmente a la exclusión educativa de niños y jóvenes en edad escolar. Consecuentemente, corre riesgo de convertirse en una herramienta compensatoria del propio sistema.
4.     Es necesario revisar el alcance que le damos al término “adulto”: se lo relaciona en general con la edad de los sujetos, pero la mayor parte de los jóvenes y adultos a quienes se destina esta modalidad proviene de sectores marginados, excluidos del sistema productivo, con frágiles vínculos relacionales y con el sistema de protecciones sociales, todo lo cual los convierten en población vulnerable.
5.     La educación de jóvenes y adultos está en general focalizada a la alfabetización y la terminalidad de la escolaridad obligatoria, pero falla en su articulación con la realidad y sus necesidades cotidianas como el trabajo, la producción, la organización comunitaria, la salud, el medio ambiente, el desarrollo escolar.
6.     Cuando las hay, las propuestas de vinculación con el mundo del trabajo se basan en la adquisición de destrezas y habilidades para la inserción laboral. Este sesgo formativo, que fue fortalecido por el marco legal con que contó en la década de los ’90, ha impactado fuertemente en las prácticas actuales.
7.     Los puntos anteriores nos llevan a considerar que las propuestas educativas para la población de jóvenes y adultos deberían presentar diferentes formas de implementación según las instituciones, los momentos históricos y socio-políticos, el contexto local-regional, los marcos políticos generales… todo lo cual no es posible sin una discusión abierta y profunda sobre el sentido que se le otorga.

A raíz de esta puntualización de problemas a resolver, en diversas conferencias y debates en ámbitos educativos, académicos y políticos, tanto nacionales como internacionales, las prioridades comunes sobre la educación para jóvenes y adultos (EPJA) han sido las siguientes:
1.     Alfabetización como acceso a la cultura escrita, a la información y a la educación permanente a lo largo de toda la vida.
2.     Educación en la perspectiva del trabajo.
3.     Educación tendiente al desarrollo de la conciencia crítica y el pensamiento autónomo.
4.     Educación para la ciudadanía, el respeto a los derechos humanos y la participación activa.
5.     Educación de campesinos, pueblos originarios  y migrantes.
6.     Educación en contextos de encierro.
7.     Educación para un desarrollo local sostenible, articulada con las necesidades y recursos de su comunidad.

Es por esto que se vuelve necesario revisar –en principio- dos conceptualizaciones.
Por un lado, la noción de trabajo como base para poder analizar su vinculación con la educación, considerando que el trabajo es parte del desarrollo productivo y científico-tecnológico, pero también forma parte constitutiva de la trama socio-cultural y política de toda la sociedad. Es a partir de esta consideración que se plantea que la finalidad de la educación es la formación del ciudadano y del trabajador: aspectos que son inescindibles.
Por otro lado, una definición clara sobre los sujetos de esta modalidad, para poder diseñar e implementar propuestas flexibles y diversas que atiendan a la realidad cotidiana, a sus motivaciones e intereses. En este sentido, es imprescindible reconocer la heterogeneidad de estos jóvenes y adultos para repensar ofertas formativas pertinentes, sustantivas y ajustadas.

A esta consideración debemos agregarle que no podemos soslayar que en su mayoría –como escribí más arriba- provienen de sectores vulnerables de la población, lo que ha producido no sólo nuevas subjetividades sino nuevas problemáticas, que hacen que el ejercicio profesional de la EPJA  se caracterice por la necesidad de atender e intervenir en contextos que exceden la tarea pedagógica, como problemas ligados a la ley o a la necesidad de asistencia por la precariedad en las condiciones de vida, etc.
Así, podríamos señalar como las condiciones más comunes que atraviesan a muchos de los jóvenes y adultos que asisten a la EPJA:
1.     El no completamiento de sus estudios en el sistema de educación común, muchas veces asociado a experiencias negativas en su tránsito por la educación formal.
2.     La expulsión de la educación formal asociada a conflictos sociales de diferentes índoles.
3.     El requerimiento de alfabetización y/o formación básica.
4.     La exclusión del mundo del trabajo por las nuevas exigencias de competencias y capacidades demandadas por el sistema productivo.
5.     Población en contexto de encierro.
6.     Población heterogénea en edad, experiencia de vida, situación familiar y laboral.
7.     Víctimas de inequidad social y de género.
Condiciones todas estas que hacen que los educadores de adultos se enfrenten a constantes desafíos, volviendo necesario contar con estrategias de abordaje que contemplen la especificidad de estas características para posibilitar una inclusión efectiva y evitar que los sujetos que acuden en busca de educación vuelvan a ser expulsados por el sistema educativo.
Paralelamente, es importante no perder de vista que estos jóvenes y adultos no sólo son sujetos sino también productores de conocimiento y transformadores del medio del cual provienen y en el cual se desenvuelven.


Viviana Taylor
https://bejomi1.wordpress.com/2011/04/19/documentos-de-la-diniece-8-serie-la-educacion-en-debate-la-produccion-de-investigaciones-y-estudios-en-temas-de-la-edja-en-argentina-impreso-en-2011/

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